La canasta tarifaria al rojo vivo
La canasta tarifaria devora los ingresos: familias al limite en La Plata y el Amba
La tormenta silenciosa que atraviesan las economias hogareñas de La Plata y el Area Metropolitana de Buenos Aires no da tregua.
20 de Diciembre de 2025
La tormenta silenciosa que atraviesan las economías hogareñas de La Plata y el Área Metropolitana de Buenos Aires no da tregua: los gastos obligatorios en servicios esenciales continúan su escalada desbocada, hasta el punto de tragarse más de la mitad de un salario mínimo. En diciembre, el desembolso promedio requerido por un hogar para cubrir electricidad, agua, gas y transporte superó los $180.000, incrementándose a un ritmo que triplica ampliamente cualquier parámetro razonable de ajuste salarial.
Este avance no solo supera con creces la evolución general de los precios, sino que ha puesto a millones de familias contra las cuerdas: pagar por servicios que antes eran relativamente accesibles representa hoy un sacrificio que difícilmente pueda sostenerse sin poner en jaque otras necesidades básicas. En un contexto de temperaturas estivales que disparan el consumo energético, la suba de tarifas formales se combina con un uso intensivo de electricidad, empujando al límite las economías domésticas.
El transporte, uno de los pilares de la movilidad cotidiana de trabajadores y estudiantes, se ha transformado en un auténtico quebranto financiero. En ciudades como La Plata, Berisso y Ensenada los aumentos excepcionales en el costo del transporte colectivo llevaron los gastos mensuales de movilidad por encima de los $50.000 para un usuario promedio, y la tendencia alcista no muestra señales de revertirse con la llegada de nuevos ajustes tarifarios en enero.
Más allá del transporte, la presión se siente en cada factura: la energía eléctrica y el gas natural arrastran aumentos continuos, mientras que el agua sigue sumando porcentaje sobre porcentaje. La conjunción de tarifas más elevadas con una reducción significativa de los subsidios estatales ha trasladado a los bolsillos de los ciudadanos una carga que antes estaba al menos parcialmente amortiguada.
La acumulación de estos incrementos en menos de un año está transformando variables económicas que parecían manejables en cargas estructurales. Familias completas se ven obligadas a replantear cada peso gastado, priorizando el pago de servicios indispensables y resignando otras compras, en un escenario en el que el costo de sostener una vida digna amenaza con superar lo que los salarios pueden ofrecer.
La suba constante de los servicios dejó de ser un problema económico para convertirse en una angustia cotidiana. No se trata solo de números que crecen mes a mes, sino de decisiones forzadas: elegir qué pagar y qué postergar, resignar consumo, ajustar hasta lo imposible. Cuando más de la mitad de un salario se va en mantener una casa funcionando, el sistema deja de ser sostenible. La presión ya no es silenciosa, se siente en los hogares, en los barrios y en la calle. Si el costo de lo esencial sigue avanzando a esta velocidad mientras los ingresos quedan atrás, el impacto no será solo en las planillas económicas: será social, profundo y difícil de revertir.
